Recordaba el olor del salitre en sus ojos, el desconcierto de su cuerpo en cada revolcón, la alegría de su pelo cada vez que emergía. Recordaba, en algún rincón incierto de su tiempo, haber sido feliz entre piedras y olas, pero aunque no hay recuerdo de causa alguna, aunque no es capaz de atribuir la responsabilidad a ninguna persona o suceso, lo cierto es que hoy, las olas, le dan miedo.
Hoy, o más bien ayer, hace algunos años, no sabe cuánto tiempo, abandonó el salitre por miedo.
Sabe, aunque tarde, que las olas, de pronto, se convirtieron en riesgos, que el arrastre del mar se volvió ruido y que, sin explicación alguna, un buen día abandonó el oleaje y se adentró en lagos calmos y densos.
Lo sabe hoy, cuando sin comprenderlo, se descubre atada por una fibra ligera y hermosa, casi invisible, que la obliga a flotar como una boya oxidada sobre la superficie del lago, mientras, a lo lejos, se escuchan las risas y sobresaltos de quienes, libres, dejan que sus cuerpos se columpien en la espuma blanca de los días.
1 comentario:
Una prosa exquisita en torno a ese algo que casi todos llevamos impresos: el miedo.- Un abrazo
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