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lunes, 8 de agosto de 2011

LA PUERTA (III)

"tú  no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
con un aullido interminable"
J. A. Goytisolo, Palabras para Julia

La puerta (iii)

Érase una niña en un camino. (Llamémosla Julia en honor al poeta). El camino era largo y laberíntico. Julia era soñadora y decidida. Crecía el camino y caminaba Julia. Siempre adelante, se decía.
Érase una niña caminante que abría puertas ilusionada, buscando el mar, buscando el cielo.
Éranse un camino y una niña, y entre ellos una nueva puerta. Se acerca Julia despacito y sin dudar abre la puerta tallada de vida. Chirrían los goznes y tras ellos se abre la realidad hecha tapia.
Julia alcanzó el final del camino y descansa a la sombra del gran muro. Ni cielo ni mar en el horizonte. Solo hormigón.

sábado, 9 de julio de 2011

El SILLÓN (I)

Porque tengo ganas de sentarme y mirar por la ventana. Porque las piernas me son dolientes de conflictos hechos variz. Porque los muebles se vuelven compañía cuando la palabra falla. Porque la escritura se me hace imprescindible. Porque me apetece: un sillón verde.

 Sillón (i)
Entra en la pequeña sala con la espalda cargada de cansancio y de vida. Y mira el sillón.
Es un sillón de respaldo alto y amplios reposabrazos, tapizado en terciopelo verde. No es bonito, pero parece confortable y sus grandes orejas invitan al reposo.
La mujer parada bajo la puerta mira el sillón y recuerda los lejanos tiempos en que tuvo descanso. Lo mira con nostalgia y deseo mientras se acerca, despacio, hasta rozar con su mano el suave terciopelo raído. Se dispone a sentarse cuando la asalta la voz de Cortázar narrando la continuidad de los parques. 
No hay radio, ni televisión, ni ningún otro aparato emisor. La voz está en su cabeza y ella, de pie aún, cierra los ojos intentando espantar la realidad inevitable. Cuando los abre, con un leve giro de cuello, se enfrenta a la puerta y ve el caleidoscopio al que pertenece. A su alrededor se multiplican las habitaciones, los sillones, las mujeres. Cientos, miles, millones de habitaciones de todos los tiempos. Cientos, miles, millones de sillones de todos los estilos. Cientos, miles, millones...; incontables mujeres queriendo sentarse. Y un único -infinito- cansancio.

Y como siempre, pedirles que digan -si pueden y quieren- y agradecerles, de antemano, las visitas.
Amenazo con volver.

jueves, 30 de junio de 2011

LA PUERTA (II)

porque no siempre hay que empezar por el principio y la primera puerta ya fue escrita y publicada y se las repondré pronto, porque el calor me enloquece, Olga Cerpa (yo quiero luz de luna) me golpea el ánimo, el estómago está perdido procurando digestiones excesivas, el cansancio me vence. Porque así soy y así me digo, una puerta más para ustedes.


Puerta (ii)
Solo un camino bajo sus pies, pero un camino lleno de puertas que imposibilitan su tránsito con el ojo. No hay visión de conjunto y la niña abre la primera puerta con infantil curiosidad. Ante ella un nuevo espacio con el aire lleno de colores; a sus pies el mismo camino, y otra puerta. Traspasa el segundo umbral y se embriaga de olores que no tienen palabras. El camino sigue allí: solo uno, y lo cruza una puerta. 
Soñándose Alicia se adentra la niña y la piel se le llena de vida. Un camino solo bajo sus pies. Incontables puertas lo atraviesan.
Imposible calcular el tiempo, la longitud del recorrido, el número de puertas. Imposible saber dónde está el final, qué sorpresa le deparará cada estancia, en qué momento será prudente parar. Una tras otra abre las puertas, ávida y descubre sonidos, olores, tactos, luces. Una puerta la introdujo en risas de corro, otra en llantos de muerte; una la llenó de no puedos y otra de esperanzas verdes.
Abre de nuevo la puerta que cierra el camino -ya ha perdido la cuenta. Se adentra en una luz cegadora y con las manos por visera mira buscando hasta descubrir el rostro de inhumana belleza que ilumina el aire. Está sola frente a la luz y la belleza que todo lo llena, todo, con palabras que no hay que decir, palabras que se hacen cuerpos, olores, llantos, tactos, risas... Busca en vano la siguiente puerta.
No hay más camino. Cesaron las puertas. Se acabó el trayecto y no hay vuelta.
Palabras.

Palabras, nada más. Solo palabras. Y entre ellas, siempre, la gratitud inmensa a quienes llevan ya varios años diciéndome.

martes, 21 de junio de 2011

LA BAÑERA (I)

El calor es demasiado fuerte para el tiempo y el espacio que habito y el microjardín se me seca y me visten nuevas obsesiones que no quiero, no puedo, nombrar. Será por eso que me surge un nuevo catálogo de absurdos, más fríos pero igualmente cercanos, y me da por los objetos que a diario me sostienen. Empiezo hoy con una bañera necesaria, para volver, siempre ballena, a mis aguas.

Bañera
Ya es de noche cuando la niña entra en la bañera para limpiarse el día. Bajo la cascada tibia de agua el hombre azul canta sin cesar arias de Haendel y la niña admirada lo observa mientras le solicita el jabón. El hombre parece no oirla: canta y crece más y más y más.
La noche es azul índigo bajo la rodilla del barítono. La niña, invisible, es incapaz de captar la atención del cantor gigante. Apenas hay sitio en la bañera. Asfixia.
Desesperada, la niña busca un hueco por donde escapar; añora la suciedad del día, la caída en el parque, la pelea con la madre. Está a punto de ser aplastada por el infinito pie azul cuando surge el grito.
La mujer aúlla animal hasta convertirse en agua y se disuelve en sí. Apenas tiene tiempo de observar el azul que ahora la mira. Ahora, en el preciso instante en que diluida se precipita ya remolino entre los breves orificios del desagüe hacia su nueva vida.

Y se acaba la ducha, y el delirio. Ya me dirán (si quieren). Siempre gracias.