porque no siempre hay que empezar por el principio y la primera puerta ya fue escrita y publicada y se las repondré pronto, porque el calor me enloquece, Olga Cerpa (yo quiero luz de luna) me golpea el ánimo, el estómago está perdido procurando digestiones excesivas, el cansancio me vence. Porque así soy y así me digo, una puerta más para ustedes.
Puerta (ii)
Solo un camino bajo sus pies, pero un camino lleno de puertas que imposibilitan su tránsito con el ojo. No hay visión de conjunto y la niña abre la primera puerta con infantil curiosidad. Ante ella un nuevo espacio con el aire lleno de colores; a sus pies el mismo camino, y otra puerta. Traspasa el segundo umbral y se embriaga de olores que no tienen palabras. El camino sigue allí: solo uno, y lo cruza una puerta.
Soñándose Alicia se adentra la niña y la piel se le llena de vida. Un camino solo bajo sus pies. Incontables puertas lo atraviesan.
Imposible calcular el tiempo, la longitud del recorrido, el número de puertas. Imposible saber dónde está el final, qué sorpresa le deparará cada estancia, en qué momento será prudente parar. Una tras otra abre las puertas, ávida y descubre sonidos, olores, tactos, luces. Una puerta la introdujo en risas de corro, otra en llantos de muerte; una la llenó de no puedos y otra de esperanzas verdes.
Abre de nuevo la puerta que cierra el camino -ya ha perdido la cuenta. Se adentra en una luz cegadora y con las manos por visera mira buscando hasta descubrir el rostro de inhumana belleza que ilumina el aire. Está sola frente a la luz y la belleza que todo lo llena, todo, con palabras que no hay que decir, palabras que se hacen cuerpos, olores, llantos, tactos, risas... Busca en vano la siguiente puerta.
No hay más camino. Cesaron las puertas. Se acabó el trayecto y no hay vuelta.
Palabras.
Palabras, nada más. Solo palabras. Y entre ellas, siempre, la gratitud inmensa a quienes llevan ya varios años diciéndome.