Aquí está el retrato de algunas víctimas.
VÍCTIMAS DE LA LARGA Y TRISTE NOCHE NEOLIBERAL,
Ramón Pérez Almodóvar.
“Yo lloré porque no tenía zapatos, hasta que vi un niño que no tenía pies".
Mural en el Museo del Hombre de Oswaldo Guayasamín.
Una niña kwichua de seis o siete años, vestida de escolar, ofreciendo caramelos, a 50 centavos la decena.
Un señor de más de 50 años con una nariz roja de plástico, coloretes y una gorra puesta al revés.
Una mujer relativamente joven, según el observador, cantando canciones de amor.
Un hombre negro que te dice que acaba de salir de la cárcel y que prefiere solicitar una ayuda antes que robar.
Un ucraniano que saluda y elogia al pueblo ecuatoriano por su hospitalidad y que al bajar del bus se retira a una esquina de la ciudad, cargado de vergüenza, a llorar, después de haber pedido dinero.
Un vendedor de toda una gama de hilos, agujas y alfileres a un dólar, una verdadera ganga.
Una señora con un reproductor de sonido colgado de su cintura, encajado a un compact-disc del que sale una atronadora voz contando cuentos para niños.
Un hombre cargado de las últimas novedades del cine americano, de cursos para aprender inglés en cinco minutos -la vida es eterna en cinco minutos-, de cursos de mecánica, electricidad, yoga, superación, liderazgo,…
Todos ofreciendo algo a cambio de 25 centavos (unos 10 céntimos de euros), medio dólar o un dólar, si se trata de un curso integral de las mejores cincuentas recetas de la gastronomía local. A veces se suben varios a la vez durante el trayecto, pongamos como ejemplo Carapungo-La Marín, que cuesta un cuarto de dólar…casi atravesar la ciudad entera. Ocurre en los buses de Quito, a diario.
En otros medios, como el Trolebús, lo único que cambia es la sensación de ir muy apretado. Entre esa muralla humana se desliza un colombiano ciego y manco de un brazo, consecuencia de una explosión de dinamita, según su testimonio; un evangelista que alude o vende a Dios, según el receptor, como hacedor de todas las salvaciones posibles; un vendedor de las mejores chocolatinas del mercado; un niño refugiado, también colombiano, que dedica una explicación de diez minutos sobre la guerra en su país, la pérdida de sus padres, el desconocimiento del paradero de lo que queda de su familia, antes de pasar entre la gente con una caja de cartón, con algunos céntimos, en su pequeña mano.
En la Ecovía, según el momento, atraviesa entre los pasajeros una señora con su hija colgando, de un trozo de tela enredado entre pecho y espalda, cantando de la mejor manera desafinada posible, o un joven que vio la luz después de estar enganchado a las drogas, varón, que te repite durante veinte minutos que su padre era drogadicto, varón, y que por eso él cayó también en el vicio, pero que ha visto a dios y por eso reproduce el mensaje divino -de ahí que se entretenga mucho tiempo-, por lo que pide unos centavos para un centro de rehabilitación en las afueras de Quito.
Es la herencia de décadas de neoliberalismo en Ecuador, algunas de las víctimas con nombre y apellidos de la larga y triste noche neoliberal -como define el presidente Rafael Correa al largo período histórico que hundió al país, y a sus ciudadanos, en la miseria y la destrucción, antes de la Revolución Ciudadana-, situación que un Gobierno de cambio trata de resolver. A toda esa gente que se sube a diario al bus, le da bastante igual el Yasuní y el debate sobre el ecologismo infantil.
Al bajar del Trole en la estación de Plaza Grande, niños limpiadores de zapatos se ofrecen a adecentar tu calzado, mientras un grupo de turistas en pantalón corto de color caqui con muchos bolsillos y tocados con sombreros de paja, los mal llamado ‘Panamá’ que en realidad han sido trenzados en Montecristi, en Cuenca o en Otavalo, se para frente al monumento a los héroes del 10 de agosto a tomar fotos y escuchar las explicaciones del guía, mientras una señora o un señor, según el día y la hora, recita el evangelio a través de un megáfono ante la indiferencia de los viandantes.
Salir de la Plaza Grande enrumbando hacia la Plaza de San Francisco lleva a la esquina donde suele estar medio señor que te saluda con su tronco apoyado en una tabla con rodillos, o la señora sin piernas y sin manos con un bebé encajado en su cuerpo, entre muñones que extiende frente a la Iglesia de la Compañía de Jesús, un exceso de ornato y de riqueza.
El número de suicidios aumenta en el país durante las Navidades, esa juerga despilfarradora, también de ilusiones. Ahora se acerca Semana Santa y la ciudad se llenará de más gente aún, ofreciendo cualquier cosa a cambio de 25 centavos. O de la salvación. O de nada.
Gracias, Pochi.
19 comentarios:
Mi recuerdo para todas las víctimas, para sus familias, amigos, compañeros, etc.
Besos.
A cambio de 25 centavos.O de la salvación.O de nada
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Retrato de hombres y mujeres sitiados por una lenta y perenne agonía del capitalismo depredador
Saludos
Impresionante texto que me ha dejado sin palabras. De verdad
Un beso
Y uno no puede quedarse igual, tras esa lectura desgarradora, que golpea la conciencia, que inhabilita la esperanza.
Gracias por permitir con esas palabras, que mi cerebro no se acomode.
Una sonrisa
Larga noche la del neoliberalismo. en el que tantos creer ver la luz del día y la solución.
Claro, a fuerza de considerar víctimas colaterales dos millones de parados, cien mil sin hogar, miles de marginados...
Un sistema no se puede prestigiar por el producto nacional bruto sino por la ausencia de marginados.
Aquí y en Lima.
Besos.
Gracias por traernos ese texto.
Todo menos indiferencia por lo tiempos que corren.
Besos, Izaskun
Bravo, ya es hora de que todo el mundo occidental, bien alimentado, abra los ojos a la verdadera crisis, la que llevan décadas msufriendo en muchos lugares del mundo.Un beso solidario y comprometido, porque otro mundo es posible, si todos lo empujamos.
Que el comunismo ha sido un fracaso, al crecer sobre una dictadura, en la que medran los más mediocres y feroces, lo asumimos y buscamos otras vías.
Pero el neoliberalismo suma un fracaso tras otro y siguen con la misma sonrisa de siempre y la misma cantinela de siempre, como si nada los deslegitimara. Machacando vidas.
Nos falta tomar conciencia de muchas cosas. Perdemos nuestra vida, de lujo, dejando que se pierdan tantas vidas.
Diferente contexto, mismas voces, misma petición de dinero...y sin embargo diariamente hay derroche..
Abrazo, Torito amigo.
Gracias por su comentario, Felipe. Creo que sí, que es ese retrato.
Salud.
A mí me ocurrió lo mismo, querida Carmen. Por eso le pedí a Ramón que me lo prestara.
Un beso.
Totalmente de acuerdo, querida Ilia. Y por eso es necesaria nuestra fuerza.
Beso.
Más certero difícil, amigo Ybris. Así es, como tú lo dices.
Mil gracias por venir.
Abrazo.
Besazos, Eva. Las gracias se las doy yo a Ramón que me lo cedió sin problema.
Pues a empujar, que en eso estamos, MArisa admirada.
Un beso.
Ay, NàN, y lo que nos queda. Témome.
Un beso.
Brujita, derroche siempre y en todo lugar. Vergüenza siento de mí.
Un beso.
A mí me deja sin palabras estas situaciones. ¿Cómo puede caer la especie humana tan bajo?¿Cómo se puede seguir explotando a la gente?. Sin duda el avance de la Humanidad es tan lento, que a lo mejor está haciendo falta que nos plantemos y dejemos de mover el mundo hasta que dejen de versde situaciones como las descritas.
Un abrazo
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