Debo escribir, quiero escribir, tengo que escribir. Y no puedo hacerlo
Me duele de nuevo la cabeza. Mucho. Me duele y puse lejía en el váter. Entonces me duele más. Me duele de química y de rabia. Necesito controlar el dolor. Necesito una pastilla. Y un lápiz.
Me tomo un ibuprofeno y escribo. El estómago me rugirá en menos de media hora y maldeciré la pastilla tomada. Y la escritura.
No es esto lo que quiero escribir. Quiero que hable ella. La que me da la espalda.
Escritura automática, rápida, irreflexiva, rabiosa.
Escritura de lápiz para facilitar su desaparición.
De pie frente al espejo la mujer cierra los ojos y ve la libertad. La vio una vez con los ojos orbitados. Hace ya mucho tiempo. Tal vez demasiado. La vio desde la cama compartida con su madre en los tiempos del televisor sonando en blanco y negro.
Escritura de mierda. Necesito que me deje ver, que me diga, que cuente lo que viene. Pero ella sigue ahí, quieta y callada, de pie frente al espejo. Y yo rabiosa sobre el teclado. Rabiosa pero aún con olfato. Y huele a lejía. Y quisiera fumar y escupir el sabor del cigarro impregnado de lejía. Y no lo hago. En esta casa ya no hay tabaco.
La mujer acaba de abrir los ojos. No me mira. Tiene la vista fija en el espejo que la refleja.
Quiero saber.
Levanta despacio su mano izquierda y tira fuerte de un mechón de pelo hacia afuera. Tira mucho a juzgar por la tensión del mechón, pero su cara no refleja dolor. Levanta con decisión la mano derecha y corta el mechón. Lo deja caer al suelo.
Quiero decirle que no hace falta, que no necesita mutilarse para continuar, que su pelo no es culpable, que.
Levanta decidida su mano izquierda y tira del pelo. Levanta la mano derecha y corta. Levanta la mano izquierda y corta con la derecha. El espejo devuelve su imagen descabellada.
Me duele el estómago. Maldita gastritis. Maldita pastilla. Malditas tijeras.
La mujer ya sin melena. De pie frente al espejo. Me da la espalda.
Quiero que me deje ver. Me asomo de puntillas. Una y otra vez el pelo cae desde sus gestos precisos, rígidos, rabiosos. Mis dedos golpean las teclas. Una y otra vez. Su mirada fija en el espejo. Y entonces veo. Más allá de la mujer pelona. Mucho más allá asoma una niña tumbada en la cama mirando.
Me levanto. Dejo las teclas. Tengo que escribir con las tijeras.
Demasiado tiempo.
Y me duele la cabeza.
Destellos
Hace 2 minutos
26 comentarios:
Ya está. ¿Lo ves? Lo has hecho. Has escrito. Te has liberado. Has cumplido contigo misma. Y, encima, te ha salido estupendamente.
¿Que importa que la cabeza te duela, si antes también lo hacía?
Ni un día sin una línea.
Así tengamos que escribir con las tijeras o con escoplo.
Besos animosos, Izaskun
Las tijeras también sirven para escribir. Y lo pueden hacer claro y transparente como un lápiz.
Un beso.
Salud y República
Que desahogo Izaskun.
Para esto también sirve escribir.
Espero que respires mejor.
Besos.
Izaskún es un placer volver a leerte.
Besos
Izaskun, la escritura sirve para muchos momentos, entre otros para poder respirar mejor, para poder sonreír.
Para que los amigos disfruten de una pluma excelente como la tuya. Como la entrada de hoy.
Un beso
Como dice ybrius: ni un día sin una línea.palabras, para rehacer el mundo, para hacernos soñar, vivir, sentir que estamos.un besazo enorme.
Izaskun,
Detrás de la cortina de mechones en danza, la niña. Los partos siempre con dolor, el de cabeza digo. También me da alergia la lejía, corta el aire ¿Será que a uno le cuesta eso de limpiar, pulir y dar explendor?....Sin duda que la escritura es fina terapia...eterno retorno.
Mucha intensidad en tus palabras, querida amiga, y mucha voluntad: de ser y de querer saber más allá del instante reflejado en el espejo y más allá del dolor. Hoy tu pluma está cargada de sangre y alma. Un abrazo muy fuerte.
Debería usted tener más cuidado con la lejía. Mata los gérmenes -y el germen- de la creatividad.
Y disculpe este comentario entre tonto y facilón, pero a estas horas de la madrugada y escuchando a Marisol no se me pueden pedir proezas.
Un beso trasquilado.
Tu cabeza habla -más bien- sin pelos en la lengua.
Besos
Izaskun, limpiar los armarios, con lejía, con letanía, para tirar de la leontina es un acto de difícil claridad pero de resultados rotundos.
Sugiero tijeras con punta roma para evitar cortes innecesarios.
Sosiego y un poco de sándalo para retomar el centro de gravedad.
Sugiero. Sólo sugiero.
Un abrazo por escribir.
Sergio Astorga
A veces es una auténtica batalla la que hay que librar para poder sentarse a escribir, pero da una satisfacción tremenda cuando al final -como es tu caso - se consigue, y es que las palabras son muy suyas, pueden mostrarse rebeldes y jugarnos malas pasadas, por eso hay que incentivarlas, hacerles ver que alguien las espera, que serán bien recibidas.
Un abrazo
Entro a tu blog por el de Toro, es solo para que sepas como llego hasta tu blog.
A veces, hay que escribir aunque sea con tinta de limón,. pero escribir, escribir, escribir para que el corazon no se salga por la boca y provoque un desbordamiento en el alma.
Cordial saludo.
El escoplo me vendrá bien, querido Ybris, que falta me hace esa liberación de tallado a base de golpes contra el papel.
Gracias, siempre, por sus ánimos. Se me está haciendo muy cuesta arriba.
Un fuerte abrazo,
Izaskun
Muchísimas gracias pro su comentario, amigo Almazán. De pronto se me vinieron a la mente los exquisitos recortes japoneses que nunca alcanzaré.
Gracias.
Un abrazo,
Izaskun
Lo del Ibuprofeno me suena mucho, pero empiezo el día con Omeprazol y el Rey Ubu Profano deja el estómago en paz, haciendo todos los bienes que sabe hacer.
Lo demás, escribir sobre que no se puede escribir, es un tema-trampa que te ha salido muy bien.
En esto, somos distintos: tú escribes para sacar fuera y yo lo hago para meter dentro un poco del afuera. Vive la differance!
Muchas gracias, Evita sanadora, tengo que ir a visitarte en la pantalla, pero estoy tan mal de todo que (excusas, excusas...) Lo haré pronto.
Muchos besos.
Sentir que estamos, querida Marisa. Y cuánto duele a veces.
Un beso,
Izaskun
Alejandro, en efecto venga a ir y venga a volver. Harta de Sísifa, estoy.
Un enorme abrazo.
Muchas gracias, Isabel, en tus palabras encuentro siempre un empuje sincero y vital.
Un beso,
Debería, señor infalible, pero soy una apasionada de la vida aunque salgo trasquilada y escaldada con frecuencia.
Un beso,
Mi cabeza no habla, Gema admirada, se limita a reventar.
Un besote,
Sugerencia aceptada, querido Sergio, con el sándolo y los cedros ando intentando que el eje no ceda.
Un abrazo necesitado,
Son mimosas las palabras, querido Arruillo, y ando yo arisca en estos tiempos.
Un beso fuerte a todos y muchos muchos a N.
Bienvenida, Adoyma, quien llega desde Toro siempre tiene sitio en este saloncito. Regresa en cualquier momento para un café.
Un abrazo,
Querido Nano, desde luego temgo que volver al Omeprazol aunque decidí abandonarlo airada que sabes que a veces me gusta vivir sin protección. Desde luego no puedo abandonar al Rey Ubú así que... No sé para qué escribo pero si tú lo dices me vale.
Beso.
Grande, grande.
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