1 de junio de 2007
Siempre me ha gustado escribir en las salas de espera de los médicos
y en los bares.
Parodójico, supongo, que sea más saludable la escritura predoctoral.
Me encuentro muy mal.
Me cala el frío.
Me sube incesante la fiebre.
(Un hombre sale cojeando de la consulta)
Me duele la cabeza.
Las campanas de San Francisco tañen sin parar
no sé qué dicen y me molesta.
Siempre quiero entender.
Paran.
Apenas quince personas en la sala de espera y cinco son conocidas.
Demasiados años trabajando en esta zona,
en este maldito
asfixiante
querido
pueblo.
Me arde la cabeza.
Tengo frío.
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