De nuevo sola en el estudio, deseándote en tu ausencia. Obsesiva, escucho el ascensor por si apareces por sorpresa. Todavía estás aquí y me oprime ya tu ausencia, y me salen los suspiros a borbotones, y se me anuda el estómago. Y sé que me hice dependiente de ti como si fueras mi hilo. Y escribo.
Un gigantesco vacío.
Así era, si es que puede hablarse de dimensiones en la nada. Era enorme, el agujero frío. Sentí que había detenido al tiempo. Ilusa creí que lo había vencido. Me encontré suspendida en lo desconocido y me dio miedo abrir los ojos. Quise volver, entonces. Pedí despertar y que el reloj funcionara.
Sentí miedo.
4 comentarios:
Qué soledad más humana y qué bien descrita, Izaskun... Bien descrita, porque es muy sentida, muy sentida porque has vivido... Las heridas siempre se cierran, pero su recuerdo apenas cicatriza. Compartir ese recuerdo es generoso y empático.
Abrazos de cariño, fresquito, del día...
Izaskun, en estos disparates como malamente les llamas, está un veta, una mina de pormenores sensuales, donde el peso de la existencia se palpa, desnudo, entero.
Esa libreta es estupenda, no te castiges, eso déjalo para otras historias.
Un abrazo repleto.
Sergio Astorga
Gracias por tu cariño, Raquel. Lo siento cierto y necesario. No sé si he vivido. He sentido, y siento. A veces temo que es un defecto de fábrica.
Abrazo tierno.
Izaskun
Sergio, las palabras que envías me hacen sentir la amistad seria del hombre que sabe. Procuraré hacerte caso. Por ahora intento escribir con la izquierda y comer la fruta con los ojos cerrados.
Abrazo rebosante.
Izaskun
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