miércoles, 18 de marzo de 2009

VAIVÉN

De nuevo mucho más que improductiva. Me encuentro hoy agotada y sin ganas de nada distinto a olvidar. Pero me resisto y traigo este cuentito que Juan Yanes me publicó en aquella espléndida máquina que tanto añoro. Lo escribí para un concurso en La Gomera y ni lo seleccionaron pero yo le sigo teniendo cariñito, tal vez porque lo leo saltándome la terrible puntuación que utilicé y le pongo en mi cuerpo el ritmo de la mecedora.











EL VAIVÉN

, ‘pa-lan-teypa-trás, ‘pa-lan-teypa-trás, ‘pa-lan-tey…
Cómodamente envuelta en el movimiento de la vieja mecedora, Carmen reposaba serena, dejando bailar sus recuerdos al ritmo maternal del conocido vaivén.
pa-trás, ‘.
El plácido gesto de su rostro, limpio del más mínimo atisbo de desdicha, delataba una envidiable felicidad.



Ciertamente, Carmen: ya jubilada; viviendo de nuevo en aquella casita terrera; balanceándose al compás de la más que centenaria mecedora; esperando, como cada tarde desde hacía ya casi un año, la bulliciosa llegada de sus tres pequeños sobrinos-nietos; era una mujer incuestionablemente feliz, pese a las muchas desgracias vividas.
Y es que Carmen regresó, como se fue, para vivirse.
Fue el veinte de marzo de 2006 cuando desembarcó con sus enseres en el muelle de “La Villa”, después de veinte años sin haber pisado su isla natal. Los mismos veinte años que habían transcurrido desde la muerte de su abuela Teodora.



¡Qué recuerdos! En aquella ocasión la célebre actriz había abandonado precipitadamente la lujosísima sala en la que recibió el codiciado galardón para desplazarse en un jet privado hasta Tenerife, desde donde fue trasladada en helicóptero a San Sebastián para abrazar el cuerpo inerte de la mujer que la forjó. Carmen, luciendo aún las galas con que sus paisanos la habían visto por televisión recoger el Óscar a la Mejor Actriz y dedicárselo a Teodora, acompañó a su abuela hasta su última morada dejando en el nicho la preciada estatuilla, junto a la vieja cajita de galletas que, con todas sus cartas escrupulosamente ordenadas, guardaba celosamente la anciana. Treinta años de correspondencia diaria, exceptuando un mes que las dos mujeres reservaban para compartir espacios. Trescientos treinta meses de cartas que Teodora repasaba diariamente para sentirse partícipe de la vida de su nieta en el extranjero. Sí, en el extranjero, porque a los veinte años, animada por su abuela y por algunos profesores malditos por más de un cura, Carmen dejó España para irse a estudiar teatro a Francia. Como las grandes, decía su abuela cuando pasaba por algún foco de rumores, la veremos triunfar como a las grandes: como a Sarah Bernhardt, como a la Xirgu. Será la mejor. Y no renegará de nosotros, apostillaba.
¡Y tenía razón!








El 20 de marzo de 2006 Carmen, aún atractiva a sus casi setenta años, bajó la escalinata del ferry sabiendo que había llegado a su destino. Volvía para vivir y morir en la misma casa en que vivió y murió su abuela: la casa familiar que la vio crecer, la misma en que doña Carmen le ofrecía su leche de mujer-mamífera-solidaria, su leche que la hermanó con Ramón brindándole la oportunidad de convertirse en tía abuela postiza de los tres pilluelos que dentro de pocos minutos volverían a rodearla, como todas las tardes desde hacía ya casi un año, pidiéndole con admiración que les contara alguna historia, que deshilvanara para ellos los tejidos de su memoria como con ella hizo su abuela Teodora.
,’pa-lan-teypa-…




Su abuela, que fue como su madre, excepto en el tema de la leche del que se encargó doña Carmen. Y es que la primera tragedia de Carmen no se desarrolló en un escenario. Su primera tragedia, la de tantas otras niñas y niños, se actuó en la cama que la vio nacer a ella y días después morir a su madre, en el fatídico verano del año 36.
Ni que decir tiene que Carmen no recordaba aquella cama, ni aquella casa ya inexistente, ni aquel verano nefasto. No recordaba. Pero sabía. Teodora se había encargado de informarla cuidadosamente, de ir dando respuestas ciertas a sus preguntas de niña inteligente, de construir su memoria histórica. Carmen sabía, y ese conocimiento era la paz de su rostro, pues Carmen no olvidó sus orígenes. Nunca quiso olvidarlos.



Fue una calurosa noche sin luna cuando la joven Catalina rompió aguas. En “El Valle” reverberaban sin cesar los silbos informando detenciones y huidas: éxitos y fracasos. Apenas se hablaba. Con su esposo rumbo a Venezuela y la isla despoblada de médicos por las tropas del futuro dictador Catalina inició, entre mujeres, su único parto. Más de cuarenta y ocho horas de dolores compartidos precedieron al fuerte, premonitorio llanto, con el que Carmen bajó a la vida. Todo estuvo bien hecho. La joven madre durmió con su hija acurrucada junto a su pecho. Pero no había penicilina. No había médico.


Y la muerte capturó a la recién parida.


Dicen que el eco de la difunta flotaba aún en el aire cuando Teodora cruzó el zaguán de la capitalina casa familiar. Envuelta en su toquilla Carmen miraba embelesada la voz que repetía con dulzura la cantinela que la acompañaría el resto de sus días:
“Mi niña bonita,
La flor de las flores,
Su tiempo vendrá,
Que sepa de amores”
trás,’pa-lan...
-Abuela Carmen, abuela Carmen, despierta, venimos a que…………
- De acuerdo, niños, primero un besito a la abuela y después los tres sentaditos en el suelo. ¿Qué cuento queremos hoy?
- El de los elefantes-, responde el pequeño Ramón.
- Vamos allá-, exclama Carmen incorporándose:
Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.
……………………………. "




Este relato está dedicado a mi hermana, portadora de la memoria familiar.

22 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Me ha gustado mucho. Debían ser muy buenos los otros si éste no lo seleccionaron.

Espero que te sientas fuerte pronto.

Besos.

Anónimo dijo...

No me lo puedo creer, que no te lo seleccionaran no, que no te lo premiaran ! Eres genial !

Patrick Bencomo dijo...

ya sabes que es uno de mis preferidos, hay gente sin ojos y sobre todo sin capacidad para amar y sentir la belleza de las palabras. Te adamo

Marisa Peña dijo...

Me ha gustado muchísimo: la técnica, la historia, todo. Esto de los concursos yo ni lo tengo en cuenta. Sé bien que muchas veces los que te seleccionan tienen menos arte que los que se presentan así que...Un abrazo guapa y gracias por compartirlo.

Sergio Astorga dijo...

Izaskun, con el tras tras cata plum de la insistencia, perseverancia, tozudez o necedad del que escribe, reitero mi comentario aleatorio: Puedo decir que Izaskun es puro verbo, esto es, pura acción, de un lado o del otro del péndulo, nunca en punto de equilibrio. En el texto Vaivén lo encuentro de nuevo. Por supuesto no me refiero al desequilibrio personal de la autora, me refiero a los textos, que es lo que nos ocupa. Si hablamos de que en los textos de Izaskun encontramos el vaivén pendular, o está en un lado o está en el otro, el concepto de equilibrio tiene sus peculiaridades. En este caso no es un concepto negativo sino virtuoso, si el péndulo se para entra en equilibrio, y en éste caso caería en el lugar común, en lo plañidero o en la banalidad de las alegrías sonsas. Y lo valioso de los textos de Izaskun, es que nos muestra el drama y el beneplácito de vivir, que conste que no digo felicidad, tal vez debí de utilizar medianía, y no equilibrio, de ahí la confusión. Lo que sí es común en los textos de Izaskun es que no importando el lado del péndulo, siempre encontramos una vivencia punzante, conmovedora a veces por su candor otras por su brutalidad al mostrar substancia literaria no sentimentalismos fáciles. Otra característica loable es la limpieza, la justeza para escenificar momentos climáticos y desarrollarlos ya en el texto ya en la secuela que deja en el lector.
En cuanto a los premios es un asunto de burocracias culturales, azar, albur, suerte, hado, sombra, fatalidad y el sino incontrovertible del quién sabe.
Un abrazo de vaivén
Sergio Astorga

Anónimo dijo...

Que te voy a dcir Izaskun?... que es bellisimo y que parte de tu alma se transluce en sus lineas, que leerte siempre me deja con un dulce sabor de boca y que lo de los concursos... ya sabes.

Gracias por este nuevo regalo.
Un abrazo fuerte.

Anónimo dijo...

Hola Izaskun, ¿Como estas? No me olvido de tí, simplemente sigo liado como siempre, parece que en la universidad han decidido ponerse las pilas. Bueno, a ver si te llamo la semana que entra que hay cosas buenas que contar, saludos a todos! Besos.

Por cierto; http://elcuartodeapero.blogspot.com/ Tengo colgado lo ultimo que he hecho y en lo que estoy trabajando, mira ver que te parece cuando tengas tiempo y ganas, gracias ;)

Raquel T. dijo...

Y no lo seleccionaron, mi reina, porque aquellos que tenían esa tarea no entendieron esta múltiple, grande, coloreada, balanceada, extraordinaria definición tuya de la ternura... Así debería constar en los diccionarios y en los anales de toda civilización anterior y venidera. Tu cuento es una caricia en los ojos de los que llegan y en el alma de los que nos quedamos, contigo, siempre.
Abrazos para una reina, fuerte como un junco, débil como el hierro ;) Estaremos aquí, Izaskun, estaremos...

Camille Stein dijo...

en esa vieja mecedora se acurruca toda la dulzura, toda la ternura, acumuladas a través de los tiempos

una memoria familiar entrañable y siempre joven

sin ganas de nada distinto a olvidar

compartimos el mismo agotamiento... :)

un beso, Izaskun

Allek dijo...

maravillos relato.. me ha encantado..
te dejo un abrazo fuerteª

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Gracias por tu presencia, Toro compañero. En realidad a mí no me disgusta este cuento así que sigo defendiéndolo. Siempre estaré fuerte si me necesitas.
Un beso

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Anónimo, gracias por tu opinión. Me gustaría que tuvieras nombre, incluso si falso, porque me desconcierta responder así y me entra el miedo de que seas conocido y no lo y más...
Gracias, en cualquier caso

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Sé que es de tus favoritos, amor, porque lo hicimos muy juntos. También yo te amo.

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Gracias a ti por tu comentario, Marisa. La técnica surgió del propio vaivén de la historia. Como intuirás tiene puntos y aparte que no me salieron en este blogo rebelde que mantengo.
Me anima mucho contar con tus lecturas.
Un beso.

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Querido Sergio, realmente me has brindado algunos obsequios fundamentales: la calaverita que acompañará mi muerte, la disección crítica y siempre cariñosa de mi escritura, tu amistad. No sé cómo puedo agradecértelo. Desde luego si algún día me pasar a papel impreso tu introducción es la que quiero.
Un abrazo en movimiento.
Izaskun

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Querida Triana, gracias por tu visita y por tu comentario. A mí me alegra las noches visitar tu blog y, también, leer las tiernas observaciones que me haces.
Gracias.
Abrazos

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Queridísimo Chano: Espero que sí llames para contar esas cositas buenas. Fui al cuartito de los aperos, me encantan las gavetas, debe ser devoción de seño.
Un beso.

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Bienvenida, princesita de mis sueños. Un abrazo compartido en la mecedora desde la que me llegan tus versos.
Un abrazo arrullador.
Izaskun

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Me quedo con el recuerdo, Camille, aun sin ganas, por respeto a lo vivido. Venceremos al agotamiento, espero.
Un beso agradecido,
Izaskun

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Un placer saber que te ha gustado el relato, Allek. Otro abrazo para ti.

Maribel Romero dijo...

Pues no saben lo que se perdieron en ese concurso, me ha encantado, es pura belleza de palabra y sentimiento. Me gusta eso de que "...bajó a la vida", la vida es un estadio bajo.

Un abrazo.

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Muchas gracias por tu comentario, Maribel. En realidad que no haya sido seleccionado no es importante, la cuestión es que lo escribí porque necesitaba dinero y salió así y me quedé sin dinero pero con un cuentito al que le tengo afecto. Sí que está bajo esto de vivir.
Gracias y besos.